Por David Alvarez
El 16 de septiembre de 1955
un grupo de resentidos apañados, instigados e impulsados por la oligarquía
cívico militar local y el imperialismo capitalista, se instalo en el gobierno.
Este hecho no fue consecuencia de una victoria militar, fue el resultado y
la culminación de una campaña antinacional, de una ofensiva de acción
psicológica hábilmente desarrollada contra un orden social y constitucional
existente, poniendo incluso a quienes debían defenderlo en contra del mismo y,
a la vez, sembrando terror en el pueblo. Nada fue espontáneo ni resultado de una acción casual. Se premeditó el
daño. Las consecuencias de los actos fueron las deseadas, se fue “afinando la
mira” como un francotirador artero para dar el golpe final en un plan desarrollado
en varias etapas. El gobierno peronista había cambiado el rumbo de la
historia, había industrializado la nación e incorporado a los trabajadores
activamente a la vida cívica y política de un país federal, nacional y popular.
La oligarquía, el resto de los partidos políticos (juntos en una
oposición sistemática) y los militares (pertenecientes a la línea fusiladora y
clasista histórica “Mayo/Caseros”), no podían permitir que continuara un
gobierno que defendía un único interés: el del pueblo. El 9 de junio de
1956, ellos utilizaban la cruz en la solapa, pero transformaron a cristo en
Satanás; nosotros la flor del nomeolvides, nunca olvidamos ni al General, ni a
Evita ni a cada uno de nuestros queridos compañeros caídos en las luchas por la
recuperación de la democracia y de la vigencia de la Constitución Nacional. Los que asesinaron el 9 de
junio de 1956, los que ametrallaron y bombardearon Plaza de Mayo en junio de
1955, los que pusieron las bombas en los subtes en abril de 1953, los comandos
civiles que salían a perseguir y torturar o asesinar a compañeros, pretendieron
no solo las muertes físicas que provocaron, pretendieron fusilar al ejército
nacional reemplazándolo por un Ejército de castas (el mismo que existió previo
al Grl. Perón), quitar la dignidad otorgada a los suboficiales y su posibilidad
de convertirse en oficiales, y asesinar toda posibilidad auténticamente
nacional y popular. La dictadura de
Aramburu y Rojas reaccionó criminalmente contra el intento encabezado por los
generales Juan José Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Andrés “El Negro”
Framini y Armando Cabo para restaurar la soberanía popular: fueron asesinados
treinta y un patriotas, iniciando así el camino de las dictaduras genocidas en
la argentina contemporánea.
Llegaron diciendo que no habría ni vencedores ni vencidos, prometiendo que las conquistas sociales serian mantenidas cuando no, acrecentadas, hablando de libertad, de paz, de reencuentro nacional, de moralización de la vida publica. ¿Quien no anhela tales cosas?Pero, poco a poco, a medida que se afianzaron en el dominio de las guarniciones, y se fueron sintiendo fuertes y poderosos, comenzaron a experimentar, una extraña metamorfosis: les creció el pelo, los dientes, las garras, y asomaron todos ellos “los gorilas” que iniciaban la destrucción del país, y de todo el que se les opusiera. A la traición, ellos la llamaron “libertadora”; el pueblo la bautizó y la recuerda como “fusiladora”. ¡Fusiladora la libertadura! Esas son las dos argentinas que se cruzan y reemplazan, con la dictadura de Aramburu y Rojas, y por esa argentina que se desechaba, por todos esos logros y conquistas, en defensa de ellos es que ese mismo 16 de septiembre de 1955 nace la heroica Resistencia Peronista. La persecución, cárcel, tortura, y asesinato de tantos compañeros –incluidos los asesinados y fusilados en Junio de 1956- otro golpe de terror para desalentar opositores- durante los dieciocho años del Luche y Vuelve, nos ha dejado claramente la sensación de que tanto ellos, como nosotros estábamos arrepentidos, ellos de no haber asesinado antes y nosotros de no haber concretado nuestra convicción de combatirlos y haber entregado mansamente el gobierno. Este fue el basamento filosófico de la primer dictadura genocida en la Argentina contemporánea, aquí nació también el proceso neo liberal oligarca y extranjerizante que nos ha llevado a tanta lucha, extendida hasta hoy, lucha en la que ninguno de nosotros debe permanecer ajeno, comprometerse con la defensa de estos ideales y asumir hoy la acción que, entonces, no pudimos o no quisimos, o no supimos asumir. La fusiladora, gobierno de facto establece a las 0:32 del 10 de junio de 1956, la Ley Marcial por el decreto de Aramburu, Rojas. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial. La masacre por fusilamiento estaba decidida por el gobierno de Aramburu. Entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que ejecute, con armas cortas, a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permite reconstruir la historia. Hoy a 62 años de estos aesinatos: el enemigo sigue siendo el mismo, tanto el interno como el extranjero, nunca más actual este pensamiento con el que finalizo este recordatorio: “Cuando la patria está en peligro, todo esta permitido, excepto, no defenderla” General Don José de San Martín
Llegaron diciendo que no habría ni vencedores ni vencidos, prometiendo que las conquistas sociales serian mantenidas cuando no, acrecentadas, hablando de libertad, de paz, de reencuentro nacional, de moralización de la vida publica. ¿Quien no anhela tales cosas?Pero, poco a poco, a medida que se afianzaron en el dominio de las guarniciones, y se fueron sintiendo fuertes y poderosos, comenzaron a experimentar, una extraña metamorfosis: les creció el pelo, los dientes, las garras, y asomaron todos ellos “los gorilas” que iniciaban la destrucción del país, y de todo el que se les opusiera. A la traición, ellos la llamaron “libertadora”; el pueblo la bautizó y la recuerda como “fusiladora”. ¡Fusiladora la libertadura! Esas son las dos argentinas que se cruzan y reemplazan, con la dictadura de Aramburu y Rojas, y por esa argentina que se desechaba, por todos esos logros y conquistas, en defensa de ellos es que ese mismo 16 de septiembre de 1955 nace la heroica Resistencia Peronista. La persecución, cárcel, tortura, y asesinato de tantos compañeros –incluidos los asesinados y fusilados en Junio de 1956- otro golpe de terror para desalentar opositores- durante los dieciocho años del Luche y Vuelve, nos ha dejado claramente la sensación de que tanto ellos, como nosotros estábamos arrepentidos, ellos de no haber asesinado antes y nosotros de no haber concretado nuestra convicción de combatirlos y haber entregado mansamente el gobierno. Este fue el basamento filosófico de la primer dictadura genocida en la Argentina contemporánea, aquí nació también el proceso neo liberal oligarca y extranjerizante que nos ha llevado a tanta lucha, extendida hasta hoy, lucha en la que ninguno de nosotros debe permanecer ajeno, comprometerse con la defensa de estos ideales y asumir hoy la acción que, entonces, no pudimos o no quisimos, o no supimos asumir. La fusiladora, gobierno de facto establece a las 0:32 del 10 de junio de 1956, la Ley Marcial por el decreto de Aramburu, Rojas. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial. La masacre por fusilamiento estaba decidida por el gobierno de Aramburu. Entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que ejecute, con armas cortas, a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permite reconstruir la historia. Hoy a 62 años de estos aesinatos: el enemigo sigue siendo el mismo, tanto el interno como el extranjero, nunca más actual este pensamiento con el que finalizo este recordatorio: “Cuando la patria está en peligro, todo esta permitido, excepto, no defenderla” General Don José de San Martín
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