Por David Alvarez Algunos testigos de la jornada histórica del 17 de octubre de 1945 la cuentan así: “Fue un Fuenteovejuna: nadie y todos lo hicieron. Se llenó la plaza, en una especie de fiesta, de columnas que recorrían la ciudad sin romper una vidriera y cuyo pecado más grande fue lavarse «las patas» en las fuentes porque habían caminado quince, veinte o treinta kilómetros” [Arturo Jauretche]
“A caballo unos, en bicicleta o camiones otros, a pie los más, aquella muchedumbre abigarrada marchaba como un sonámbulo invulnerable. “La Argentina de los campos vacíos, siempre iguales a sí mismos, estaba paralizada. Todo el país había concentrado la energía del trabajo cotidiano en una gigantesca huelga general. Los obreros de los frigoríficos, del petróleo, del caucho, los portuarios, de la construcción, habían cruzado sus brazos sobre el pecho. Los trenes, inmóviles como largos animales dormidos, exhibían en la protesta desoladora y terrible de su mudez, esa voluntad nacional de un pueblo más tensa que los poderes entumecedores de una historia construida con millones de seres aplastados y levantada sobre un siglo de infamia. «¡Libertad para Perón! ¡Perón sí, otro no! ¡Muerte a los traidores!», se leía en los vagones ferroviarios. Desde Córdoba, Tucumán, San Juan, Mendoza, Jujuy, los parias anuales de las cosechas, los criollos a precios módicos, descendían en marejadas sombrías a la ciudad puerto como símbolos eternos de un pueblo eterno” [Juan José Hernández Arregui]
“El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en una sola fe. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. Descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún.
“Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado” [Raúl Scalabrini Ortiz]
DESDE GENERAL SAN MARTÍN Y APOYANDO AL COMPAÑERO DR. GABRIEL KATOPODIS MILITANDO LA RENOVACIÓN PERONISTA
KATOPODIS - DAVID ALVAREZ
martes, 16 de octubre de 2018
lunes, 8 de octubre de 2018
Hce 123 años nacía Juan Domingo Perón
Por David Alvarez
Nació un 8 de octubre de 1895 en Lobos, Buenos Aires, y pasó su infancia entre la geografía dura e inclemente de la pampa y la patagonia del Centenario. Entró a los dieciséis años al Colegio Militar, se convirtió en un estudioso y brillante oficial de Estado Mayor, y como tal conoció el dramático escenario de la política europea entre las dos grandes guerras.
Se conjuró con otros coroneles del ejército para clausurar el 4 de junio de 1943 la década infame y para redimir la patria y salvar de la humillación a los trabajadores y los desposeídos.
Fue tomado por el pueblo por un hombre providencial, un intermediario con el cielo, un profeta que, como Moisés, lo guiara por el desierto hacia la tierra prometida, le diera de comer cuando tenía hambre y lo protegiera del enemigo interior y exterior.
Dotó a los humildes de dignidad, de doctrina y de organización. Los hizo pueblo, y los consideró lo mejor que tenemos. Hasta que en la jornada del 17 de octubre de 1945 su nombre se hizo bandera y se desató, inconmensurable, todopoderosa, incontenible, jubilosa, imparable, la esperanza popular.
Pronto unió su destino al de una mujer de un carisma inigualado que se iba a constituir en el nervio de su liderazgo, en la llama ardiente de la revolución, en puente insobornable con los débiles y postergados, los desamparados y marginales, los niños, los trabajadores, los humildes, las mujeres, los ancianos.
Desde entonces fue sin discusión, ininterrumpidamente, la primera figura política, excluyente y hegemónica, a lo largo de tres décadas. Presidente de la nación elegido tres veces en forma constitucional, siempre con más de la mitad de los votos, y en la última oportunidad con más de dos tercios de ellos.
Gobernó durante nueve años recibiendo un país colonial, sojuzgado, postergado, devastado, sometido, de rodillas, y lo puso de pie y a la cabeza preeminente de América latina, hasta convertirlo en ejemplo luminoso para todos los pueblos del planeta.
Fundó la tercera posición internacional, y el continentalismo y el universalismo iberoamericano con proyección al siglo XXI. Señaló el camino concreto para impulsar la integración continental y propuso a Brasil y Chile echar las bases de una unidad que se denominaría ABC.
Para construir una patria justa, libre y soberana, logró la dignificación del trabajo, la humanización del capital, la protección al desvalido, una prodigiosa multiplicación de escuelas y hospitales, la avasallante potencialidad industrial de tantas fábricas levantadas y las mejoras al obrero y al peón rural. Argentina quedó entonces a la vanguardia de la investigación de la fisión nuclear, exportaba heladeras y tornos a los Estados Unidos, fabricaba locomotoras de diseño propio y aviones a reacción cuando sólo otros cinco países del mundo lo hacían, construía automóviles, puentes y muchos miles de kilómetros de rutas. Promovió el deporte como nunca antes ni después, levantó establecimientos educacionales de todo tipo (más que en el resto de nuestra historia), miles de centros de salud (bajando en solo dos años los casos de paludismo de 23.000 a 500), los actuales cuarteles del ejército, hoteles de turismo todavía no superados, fenomenales complejos de esparcimiento y piletas y balnearios populares, barrios extraordinarios de un estilo perpetuo e inextinguible, y nada menos que quinientas mil viviendas. Una flota fluvial de última generación que llegó a ser la primera del subcontinente y la cuarta del orbe; de los astilleros argentinos se botó el barco mercante de mayor tonelaje de América latina; se construyó el aeropuerto internacional más grande y seguro del mundo. El país produjo tolueno sintético y contó con una planta petroquímica de avanzada.
La clase trabajadora participaba en más de la mitad de la renta nacional (hoy apenas supera el 20%) y gozaba de pleno empleo y de las mejores y más avanzadas leyes sociales de la historia. Se instituyó la jubilación, el aguinaldo, las vacaciones pagas, la indemnización.
El país produjo todo el carbón, el aluminio, el gas y el petróleo que consumía. Se construyó una planta y un plan nacional de energía atómica modelo. Siderurgia y altos hornos. Se redujo a cero la deuda externa. Se duplicó la renta nacional hasta alcanzar la mitad del producto bruto sudamericano. Se redistribuyó la riqueza en forma espectacular.
Se nacionalizó el patrimonio de los argentinos, el comercio exterior, la banca y los servicios públicos, de infraestructura y transporte, y se promovió un fantástico plan de obra pública. Se reformó la Constitución y se incorporaron a la misma derechos sociales de vanguardia.
En resumen: se produjo una fenomenal revolución, inmensa, que alumbró el siglo, y que finalmente hizo realidad la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.
Pero la barbarie oligárquica e imperial puso al país al borde de la guerra civil y desterró su imagen en la impiadosa conjura de los odios y mentiras. Perseguido, difamado, proscrito y peregrino de diez suelos extraños, siguió siempre conduciendo en forma sublime y magistral las inclaudicables luchas de su pueblo fiel.
Concretó el sueño añorado por millones cuando después de dieciocho largos años de exilio regresó desencarnado, victorioso y en paz a la patria, en la plenitud de la primavera del 72, y pronto al poder por varios meses más, para dar por consumado el milagro del retorno. Eran los días de un optimismo inexpugnable: la historia parecía abrazar el futuro.
Pero el 20, el día más oscuro de junio del 73, sellaría el paradigma del futuro nacional, a modo de una fotografía del desenvolvimiento de la historia durante los tiempos siguientes. Más de tres millones de personas querían participar de la fiesta ese día, pero la fiesta no pudo ser.
Cumplida cabalmente su misión en la tierra, un día como hoy hace treinta y un años, el 1º de julio de 1974, el águila emprendió su vuelo. Y ascendió al lugar donde los hombres no sufren las pequeñeces de los hombres.
Murió viejo, en la cama, sin las botas puestas, pero derrotando como glorioso general el ancestral estigma del destino hasta entonces inexorable que había condenado a expirar en el ingrato destierro a José Gervasio Artigas, a José de San Martín, a Juan Manuel de Rosas, a tantos otros. Y apenas a meses de haber tocado el cielo con las manos, pronto se sabría lo que es morder el polvo hasta la asfixia. El odio y la infamia lo persiguieron a él mismo, incluso mucho después de entonces, hasta profanar su morada en la ciudad de los muertos, como antes se había profanado vilmente a su compañera.
Sin embargo, todavía hoy la magia de su signo alienta a quienes levantan su bandera, y estremece a quienes siguen conmovidos el eco de su historia.
Los que lo conocieron y lo oyeron, los que lo amaron y lo siguieron, más de tres décadas después lo llevan, vivo, vibrante, siempre presente en el corazón. Es que quien ha visto la esperanza no la olvida: la busca. Siempre. Bajo todos los cielos y en toda la gente.
Se llamaba Juan Domingo Perón… Y en la lucha que emprendiera por la justicia y la dignidad de su pueblo, por siglos se seguirán ganando batallas al conjuro de su nombre.
Nació un 8 de octubre de 1895 en Lobos, Buenos Aires, y pasó su infancia entre la geografía dura e inclemente de la pampa y la patagonia del Centenario. Entró a los dieciséis años al Colegio Militar, se convirtió en un estudioso y brillante oficial de Estado Mayor, y como tal conoció el dramático escenario de la política europea entre las dos grandes guerras.
Se conjuró con otros coroneles del ejército para clausurar el 4 de junio de 1943 la década infame y para redimir la patria y salvar de la humillación a los trabajadores y los desposeídos.
Fue tomado por el pueblo por un hombre providencial, un intermediario con el cielo, un profeta que, como Moisés, lo guiara por el desierto hacia la tierra prometida, le diera de comer cuando tenía hambre y lo protegiera del enemigo interior y exterior.
Dotó a los humildes de dignidad, de doctrina y de organización. Los hizo pueblo, y los consideró lo mejor que tenemos. Hasta que en la jornada del 17 de octubre de 1945 su nombre se hizo bandera y se desató, inconmensurable, todopoderosa, incontenible, jubilosa, imparable, la esperanza popular.
Pronto unió su destino al de una mujer de un carisma inigualado que se iba a constituir en el nervio de su liderazgo, en la llama ardiente de la revolución, en puente insobornable con los débiles y postergados, los desamparados y marginales, los niños, los trabajadores, los humildes, las mujeres, los ancianos.
Desde entonces fue sin discusión, ininterrumpidamente, la primera figura política, excluyente y hegemónica, a lo largo de tres décadas. Presidente de la nación elegido tres veces en forma constitucional, siempre con más de la mitad de los votos, y en la última oportunidad con más de dos tercios de ellos.
Gobernó durante nueve años recibiendo un país colonial, sojuzgado, postergado, devastado, sometido, de rodillas, y lo puso de pie y a la cabeza preeminente de América latina, hasta convertirlo en ejemplo luminoso para todos los pueblos del planeta.
Fundó la tercera posición internacional, y el continentalismo y el universalismo iberoamericano con proyección al siglo XXI. Señaló el camino concreto para impulsar la integración continental y propuso a Brasil y Chile echar las bases de una unidad que se denominaría ABC.
Para construir una patria justa, libre y soberana, logró la dignificación del trabajo, la humanización del capital, la protección al desvalido, una prodigiosa multiplicación de escuelas y hospitales, la avasallante potencialidad industrial de tantas fábricas levantadas y las mejoras al obrero y al peón rural. Argentina quedó entonces a la vanguardia de la investigación de la fisión nuclear, exportaba heladeras y tornos a los Estados Unidos, fabricaba locomotoras de diseño propio y aviones a reacción cuando sólo otros cinco países del mundo lo hacían, construía automóviles, puentes y muchos miles de kilómetros de rutas. Promovió el deporte como nunca antes ni después, levantó establecimientos educacionales de todo tipo (más que en el resto de nuestra historia), miles de centros de salud (bajando en solo dos años los casos de paludismo de 23.000 a 500), los actuales cuarteles del ejército, hoteles de turismo todavía no superados, fenomenales complejos de esparcimiento y piletas y balnearios populares, barrios extraordinarios de un estilo perpetuo e inextinguible, y nada menos que quinientas mil viviendas. Una flota fluvial de última generación que llegó a ser la primera del subcontinente y la cuarta del orbe; de los astilleros argentinos se botó el barco mercante de mayor tonelaje de América latina; se construyó el aeropuerto internacional más grande y seguro del mundo. El país produjo tolueno sintético y contó con una planta petroquímica de avanzada.
La clase trabajadora participaba en más de la mitad de la renta nacional (hoy apenas supera el 20%) y gozaba de pleno empleo y de las mejores y más avanzadas leyes sociales de la historia. Se instituyó la jubilación, el aguinaldo, las vacaciones pagas, la indemnización.
El país produjo todo el carbón, el aluminio, el gas y el petróleo que consumía. Se construyó una planta y un plan nacional de energía atómica modelo. Siderurgia y altos hornos. Se redujo a cero la deuda externa. Se duplicó la renta nacional hasta alcanzar la mitad del producto bruto sudamericano. Se redistribuyó la riqueza en forma espectacular.
Se nacionalizó el patrimonio de los argentinos, el comercio exterior, la banca y los servicios públicos, de infraestructura y transporte, y se promovió un fantástico plan de obra pública. Se reformó la Constitución y se incorporaron a la misma derechos sociales de vanguardia.
En resumen: se produjo una fenomenal revolución, inmensa, que alumbró el siglo, y que finalmente hizo realidad la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.
Pero la barbarie oligárquica e imperial puso al país al borde de la guerra civil y desterró su imagen en la impiadosa conjura de los odios y mentiras. Perseguido, difamado, proscrito y peregrino de diez suelos extraños, siguió siempre conduciendo en forma sublime y magistral las inclaudicables luchas de su pueblo fiel.
Concretó el sueño añorado por millones cuando después de dieciocho largos años de exilio regresó desencarnado, victorioso y en paz a la patria, en la plenitud de la primavera del 72, y pronto al poder por varios meses más, para dar por consumado el milagro del retorno. Eran los días de un optimismo inexpugnable: la historia parecía abrazar el futuro.
Pero el 20, el día más oscuro de junio del 73, sellaría el paradigma del futuro nacional, a modo de una fotografía del desenvolvimiento de la historia durante los tiempos siguientes. Más de tres millones de personas querían participar de la fiesta ese día, pero la fiesta no pudo ser.
Cumplida cabalmente su misión en la tierra, un día como hoy hace treinta y un años, el 1º de julio de 1974, el águila emprendió su vuelo. Y ascendió al lugar donde los hombres no sufren las pequeñeces de los hombres.
Murió viejo, en la cama, sin las botas puestas, pero derrotando como glorioso general el ancestral estigma del destino hasta entonces inexorable que había condenado a expirar en el ingrato destierro a José Gervasio Artigas, a José de San Martín, a Juan Manuel de Rosas, a tantos otros. Y apenas a meses de haber tocado el cielo con las manos, pronto se sabría lo que es morder el polvo hasta la asfixia. El odio y la infamia lo persiguieron a él mismo, incluso mucho después de entonces, hasta profanar su morada en la ciudad de los muertos, como antes se había profanado vilmente a su compañera.
Sin embargo, todavía hoy la magia de su signo alienta a quienes levantan su bandera, y estremece a quienes siguen conmovidos el eco de su historia.
Los que lo conocieron y lo oyeron, los que lo amaron y lo siguieron, más de tres décadas después lo llevan, vivo, vibrante, siempre presente en el corazón. Es que quien ha visto la esperanza no la olvida: la busca. Siempre. Bajo todos los cielos y en toda la gente.
Se llamaba Juan Domingo Perón… Y en la lucha que emprendiera por la justicia y la dignidad de su pueblo, por siglos se seguirán ganando batallas al conjuro de su nombre.
jueves, 4 de octubre de 2018
David Álvarez: “Temo por un final muy difícil de superar…”
El dirigente peronista de San Martín se mostró pesimista con el futuro del rumbo económico y político. “El país transitó por momentos difíciles, como la década del 30, éste puede llegar a superarlos”, expresó. Sobre las elecciones del 2019, consideró que un tercio de la sociedad apoya al gobierno, un tercio a Unidad Ciudadana y otro tercio busca “nuevos dirigentes”.
LaNoticiaWeb
entrevistó en Radio UrbanaBA al secretario de Organización del PJ de
San Martín y hombre cercano al Intendente, David Álvarez, quien criticó
las decisiones del gobierno nacional de las últimas semanas y apoyó la
actual gestión municipal.
¿Qué opinión tenés de los momentos que estamos viviendo?
Desde que tengo uso de razón, éste es uno de los momentos más difíciles. El país transitó por momentos duros, como la década del 30 y principios de este siglo, éste puede llegar a superarlos. No sé si la del 30, porque no pude hablar con mis abuelos, pero lo que está pasando hoy… la nafta subió de nuevo, el mes que viene también va a subir. Una cosa es lo que nosotros anticipamos que iba a venir, y otra cosa es sentirla. En la construcción se mantenía algún nivel de demanda de trabajo. Pero hoy vas a comprar materiales y es terrible lo que aumentaron. Y ni hablar lo indispensable como la alimentación. Temo por algún final de los que no queremos para nuestro país.
Esto se agrava en el conurbano…
Nada está funcionando. No podés proyectar nada. Más allá de lo que motoriza, si no podés proyectar…las PYMES cierran, los comercios no venden, la gente se queda sin trabajo. Estamos vendiendo los recursos naturales para afuera, sin importar el pueblo argentino. Todo pasa por tener trabajo para impulsar la producción. El final ya está a la vuelta de la esquina. Temo por un final muy difícil de superar.
Voceros de Katopodis marcan que, en el medio de una gestión de Vidal, Larreta o Macri, San Martín tiene en su gestión alguna política para diferenciarse…
Totalmente. Una cosa es que se intenta que exista un diálogo. Lo que ofreció el oficialismo es sentarse a una mesa sin que ellos se muevan un centímetro. El oficialismo debe ceder, la oposición debe comprender algunas cosas, y así, juntos, salir de la situación. Más cuando tenés dos pensamientos opuestos. Hoy todo está tercerizado. Un 30 por ciento está con el gobierno, un 30 por ciento que está con Unidad CIudadana y otro 30 por ciento que está dando vueltas, en la búsqueda de alto, que se respire aire nuevo, que se vean nuevos dirigentes. Esa gente está en la búsqueda de dirigentes comprometidos con las bases. Los que ya existen y que podrán volver a presentarse, correrán serios peligros porque habrá cruces de denuncias impresionantes, como hubo con los cuadernos. Investigarán a todo el mundo. Será difícil hasta para elegir candidatos.
Reportaje realizado por La NOTICIA WEB
¿Qué opinión tenés de los momentos que estamos viviendo?
Desde que tengo uso de razón, éste es uno de los momentos más difíciles. El país transitó por momentos duros, como la década del 30 y principios de este siglo, éste puede llegar a superarlos. No sé si la del 30, porque no pude hablar con mis abuelos, pero lo que está pasando hoy… la nafta subió de nuevo, el mes que viene también va a subir. Una cosa es lo que nosotros anticipamos que iba a venir, y otra cosa es sentirla. En la construcción se mantenía algún nivel de demanda de trabajo. Pero hoy vas a comprar materiales y es terrible lo que aumentaron. Y ni hablar lo indispensable como la alimentación. Temo por algún final de los que no queremos para nuestro país.
Esto se agrava en el conurbano…
Nada está funcionando. No podés proyectar nada. Más allá de lo que motoriza, si no podés proyectar…las PYMES cierran, los comercios no venden, la gente se queda sin trabajo. Estamos vendiendo los recursos naturales para afuera, sin importar el pueblo argentino. Todo pasa por tener trabajo para impulsar la producción. El final ya está a la vuelta de la esquina. Temo por un final muy difícil de superar.
Voceros de Katopodis marcan que, en el medio de una gestión de Vidal, Larreta o Macri, San Martín tiene en su gestión alguna política para diferenciarse…
Totalmente. Una cosa es que se intenta que exista un diálogo. Lo que ofreció el oficialismo es sentarse a una mesa sin que ellos se muevan un centímetro. El oficialismo debe ceder, la oposición debe comprender algunas cosas, y así, juntos, salir de la situación. Más cuando tenés dos pensamientos opuestos. Hoy todo está tercerizado. Un 30 por ciento está con el gobierno, un 30 por ciento que está con Unidad CIudadana y otro 30 por ciento que está dando vueltas, en la búsqueda de alto, que se respire aire nuevo, que se vean nuevos dirigentes. Esa gente está en la búsqueda de dirigentes comprometidos con las bases. Los que ya existen y que podrán volver a presentarse, correrán serios peligros porque habrá cruces de denuncias impresionantes, como hubo con los cuadernos. Investigarán a todo el mundo. Será difícil hasta para elegir candidatos.
Reportaje realizado por La NOTICIA WEB
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