Por Leopoldo Marechal
Era el pueblo de Mayo quien sufría,
no ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.
El mismo pueblo que ganara un día
su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir, y en su agonía
le hablaban sólo el Río y el Pampero.
De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(¡era en Octubre y parecía Mayo!),
y conquistó sus nuevas primaveras.
El mismo pueblo fue y otra victoria.
Y, como ayer, enamoró a la Gloria,
¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!
Dijo Marechall:
“El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia. De pronto me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, enseguida, su letra:
"Yo te daré/
te daré, Patria hermosa,/
te daré una cosa,/
una cosa que empieza con P/
Perooón".
Y aquel "Perón" resonaba periódicamente como un cañonazo.
Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban. No había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible" que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista"…
Octubre entero
Por Fermín Chávez
Miradme así en octubre, la boca levantada,
para decir los nombres que en mi sangre macollan.
Todo lo que en el Pueblo se vuelve luz gritada
cuando el hombre y la tierra se buscan y se apoyan.
Miradme así en octubre, con mi ruano mañero
que a la fiesta del pueblo me arrimó receloso.
Traigo un campo de huesos. Viene el paisaje entero
con un perro y un chico y un arroyo barroso.
Traigo la voz del pueblo en mi boca de octubre,
en mi sangre de octubre parecida a una mora.
Miradme así en octubre, con las manos de octubre
y tendones rosados empujando a la aurora.
Quiero mirar la patria en el humo que sube
azul desde las fábricas, azul desde mis venas,
nombrarla en un tobillo que no tiene cadenas,
mirarla como el hombre cuando mira a la nube.
Quiero decir obrero, decir descamisado.
17 de octubre, laurel en la tormenta.
Quiero abrir una fiesta en mi jergón colorado
y una garza rosada.(La aurora que se asienta).
Miradme así en octubre, con mi ruano mañero
que la fiesta del Pueblo me arrimó resudado.
Traigo un campo de lino. Viene mi octubre entero.
Con un perro y un chico y un arroyo cortado.
Recordaba Andrés “El Negro” Framini
”El 17 marca el punto de partida de la revolución peronista y es un ejemplo incuestionable de cómo, a través de la movilización de los trabajadores, es posible alcanzar los objetivos que hacen a la grandeza de la Nación y al bienestar del pueblo. Yo recuerdo cómo millones de trabajadores irrumpieron en las calles. Entonces entendí qué era eso de "las masas". Allí estábamos, movilizados, dispuestos a la pelea. No nos imaginábamos que eso se iba llamar Peronismo.”
Reflexionó Don Arturo Jauretche
"El país era otro país y no quisieron entenderlo... El 17 de octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país con su vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia.”
La famosa foto de “las patas en la fuente” nos muestra a dos hermanos en primer plano, Juan Molina (fallecido el 11 de julio de 2010, a los 82 años) y su hermano mayor, los dos con un gesto casi calcado.
Fue Don Fermín Chávez quien años después de aquel glorioso 17 de octubre descubrió a quien estaba en la foto. Era al ser encontrado por Don Fermín dirigente del gremio de la sanidad.
Como homenaje a los miles de compañeros que hicieron aquel 17 de octubre glorioso, he unido y transcripto reportajes que realizaron Pablo Calvo y Luis Sartori:
"Estuve en la Plaza aquel 17, sigo siendo peronista, pero hoy no sé a quién votar"Testigo privilegiado del nacimiento del peronismo, hoy es uno más entre los miles de indecisos.
Hace 62 años que Juan Molina vive atrapado en una foto. Tiene los pies en remojo y está sentado al borde de una fuente de la Plaza de Mayo, esperando que liberen a Juan Perón. Mira a un costado y se frota las rodillas, porque llegó agotado desde Palermo, hasta donde lo había acercado el tren. Tiene 17 años, la vida por delante y la historia enfrente, en ese balcón.
También se frota las rodillas ahora que es anciano y empieza a contar lo que pasó entre aquel recuerdo en blanco y negro y esta tarde soleada junto a las veredas floridas de Hurlingham.
Su baúl de nostalgias guarda el momento en que conoció a Eva Perón. "Fue una emoción tremenda, insuperable. Me saludó, la besé en las mejillas, hablamos un poco. Luego la vi donar una casa y una máquina de coser a una mujer" que acababa de enviudar: "Cuidala, querida, no dejés que los yuyos te lleguen al techo. Mirá que una tarde paso a ver cómo la tenés y, de paso, tomamos un mate cocido", escuchó decir a la mujer delgada, que estaba por emprender el viaje hacia su propia leyenda.
Con brazalete de luto lo recibió Perón en la Casa Rosada, porque para entonces, 1953, Molina era dirigente del gremio de la Sanidad. Ninguno de los dos conocía entonces la historia de la foto.
La curiosidad del historiador Fermín Chávez, uno de los biógrafos de Perón, hizo que asomara la novedad:
-Che, Molina, fijate bien, ¿no sos vos el que está en esta foto?
-Uy, sí, y el de al lado es mi hermano mayor. Hasta tenemos el mismo gesto, miramos para el mismo lado.
Trabajaban juntos en una fábrica de aguas gaseosas el día en que decidieron sumarse a la multitud. Juan usaba botas ortopédicas, por una diferencia en el largo de sus piernas. En medio del camino, se las sacó. "Fue un gran error, porque los pies se me hincharon como dos empanadas". Al rato, el agua de la fuente le regalaba un alivio especial. Pudo saltar cuando la gente coreó: "La Patria sin Perón, es un barco, sin timón, sin timón". Y pudo emprender el regreso en el tranvía que iba de Chacarita a Campo de Mayo. Lo esperaba el reproche de sus padres:
-Se puede saber adónde estaban? Son las dos de la mañana...
Años después, Juan trabajó en una fábrica de curitas y cinta adhesiva y se hizo amigo inseparable de José Falón, el que más se entusiasma con los recuerdos del 17 de octubre de 1945.
El 20 de junio de 1973, cuando el regreso definitivo de Perón al país, corrió con sus pies imperfectos en Ezeiza, con ruido de disparos de fondo. También conoció a Isabel Perón: "Vino a entregar los diplomas de la escuela de enfermería, sin López Rega"
Recuerda también su paso por la estructura sindical liderada por Saúl Ubaldini, en el retorno democrático."
"...cada uno había escuchado hablar del otro mil veces:
del negrito Ponce, el albañil, y de Molina, el gremialista.
Pero -como en un reencuentro de Gente que busca gente- recién volvieron a verse en julio de este año.Desde entonces, son inseparables. Se invitan a celebraciones con cualquier pretexto, se intercambian fotos y se prometen asados, y hasta dicen que sus esposas también se hicieron amigas.
Se les nota: disfrutan la certeza de haber protagonizado una tardenoche clave del siglo.
Juan Molina, bonaerense, es socio de San Lorenzo y dirige desde 1952 un sindicato del Gran Buenos Aires: el de la Sanidad de Hurlingham, que él mismo fundó.
Armando Ponce, santiagueño, sigue a Argentinos Juniors y tiene una empresa que arregla techos.Suman dos esposas (una cada uno), seis hijos y 16 nietos. Nacieron el mismo año (1928), con dos meses de diferencia. Uno tiene pelo negro y el otro una calva aminorada por su tenue cabellera blanca. Son verborrágicos, peronistas definitivos y de manos anchas.
Molina, más vehemente, pasó su vida en Hurlingham; Ponce vivió 20 años en Guaymallén, Mendoza, y quizás por eso es de modos más calmos.El 17 de octubre de 1945 tenían, casualmente, 17 años. Vivían cerca, a una estación de distancia: Molina en El Tropezón y Ponce en Villa Bosch, un puñado de cuadras más allá de la General Paz. Y cerca se sentaron en la fuente de la Plaza de Mayo para refrescarse los pies, en una tarde -recuerdan- sofocante. En el medio, aquel día célebre, un descamisado en camiseta.Las patas en la fuente y los descamisados, símbolos del peronismo insolente que estalló aquel 17 para cambiar la historia argentina.Recuerda Ponce: Yo era cadete en una sastrería militar, la sastrería García. Estaba en la calle 25 de Mayo, a media cuadra de la Plaza.
Y esa mañana, el delegado, que admiraba a Perón, nos convocó a ir a pedir por el coronel. Está en Martín García y lo quieren fusilar, porque nos defiende a nosotros, dijo. Allá fuimos. Y nos encontramos con una plaza recontrallena.Molina evoca: El 17 hicimos huelga. Trabajaba en una fábrica de aguas gaseosas con mi hermano mayor.
Los dos tomamos el tren en Caseros, nos bajamos en Palermo, y fuimos caminando desde ahí por la avenida Santa Fe hacia la Plaza. Por todos lados se veían pañuelos blancos y banderas argentinas. Cantábamos La patria sin Perón es un barco sin timón, y caminábamos. Llegamos a Plaza de Mayo como a las cinco de la tarde, hacía calor y no había agua en los bebederos. La foto la deben haber tomado a esa hora.Su hermano mayor, ya fallecido, es el engominado con saco que está a la izquierda de Juan, en el centro de la famosa foto de la fuente.
Ponce y los Molina se refrescaron en la fuente que está a la izquierda de la Plaza, entre la Pirámide y la Casa de Gobierno, yendo hacia Puerto Madero.
Sigue Molina: Todos los bares y negocios de la zona estaban cerrados. La gente traía y llevaba información sobre Perón, pero no sé de dónde la sacaba, porque no había radios portátiles. Al anochecer, se encendieron las luces de la plaza y mucha gente hizo antorchas con papeles. La Policía estaba tranquila: apenas había una guardia frente a la Casa de Gobierno, y algunos de la montada entre la multitud.Ponce remata: Para salir, como había tanta gente, tuve que costear las paredes del Banco Nación primero y de la Catedral, después.
El subte estaba cerrado en Diagonal Norte. Y fue en ese momento cuando empezó a hablar Perón, y comparó esa movilización popular con la toma de la Bastilla en París. No tenía reloj, pero serían las diez y media de la noche. El coronel terminó de hablar y Ponce se alejó caminando. Llegó a pie a Chacarita y ahí comió pizza, el único alimento del día de su bautismo político.Votaron por Perón al año siguiente (el 24 de febrero) y siguieron caminos distintos: Ponce se hizo albañil, trabajó de periodista y se destapó como inventor.
Siempre fue militante peronista, y su otro gran momento en la política ocurrió en 1962: fue cuarto candidato a diputado de Mendoza por la Unión Popular, el nombre del partido peronista, entonces proscripto.
Molina vio cuatro veces a Evita, fue preso en noviembre de 1955, después de derrocado Perón; lo echaron de la fábrica 3M un par de veces; integró la CGT de Saúl Ubaldini en la última dictadura; fue recibido por Juan Pablo II, y hasta fundó un hospital."
SEAN ESTOS RECUERDOS UN HOMENAJE PARA TODOS LOS COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS QUE HICIERON POSIBLE EL 17 DE OCTUBRE DE 1945, TRANSFORMÁNDOLO EN EL DÍA DE LA LEALTAD.
LEALTAD QUE CONTINÚA HOY AL SERVICIO DE UNA PATRIA SOCIALMENTE JUSTA, ECONÓMICAMENTE LIBRE Y POLÍTICAMENTE SOBERANA.
VIVA PERON CARAJO !!!!